Baja del cielo la endiablada punta
Con que carne mortal hieres y
engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno
junta.
.
La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en
selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del
cielo prieto, y su ascender pregunta.
.
En su vano aguardar de la
respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules
gasas.
.
Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas,
mueven grandes masas
de mundos muertos, por sus arrabales
II
¡Señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo,
¡Pero no
puedo amar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario