Llega un momento en la vida en que los hijos refutan, reclaman
e invalidan las decisiones que los padres hayamos tomado.
Decisiones de acción o de inacción. Decisiones de palabras o
silencios. Decisiones pensadas por ellos y para ellos.Llega un momento en la vida en que los hijos deben decidir por ellos mismos.
Llega un momento en la vida en que una madre no sabe qué hacer o qué camino tomar.
No lo tiene claro. Es confuso y doloroso.
Llega un momento en la vida en que una madre utiliza cada neurona que tiene para buscar la mejor decisión de todas.
Y que los involucrados no salgan afectados.
Y que la protagonista principal sea la mayor beneficiada.
Llega un momento en la vida en que una madre se plantea no pensar en ella y pensar únicamente en el ser que vino al mundo.
Ese ser que desde el inicio de sus días ha vivido las consecuencias del accionar de la madre.
Ese ser que es pequeño, inocente y que necesita de su madre para vivir en paz en este mundo de caos.
Ha llegado el momento en la vida de esta madre en que debe decidir.
Decidir pensando en ese pequeño ser y en lo mejor para ese pequeño ser.
Decidir con cabeza y corazón. Decidir aunque eso le cueste su propia felicidad.
Qué dolor más grande.
Espíritu Santo ilumíname.
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