octubre 18, 2012

El amor seduce por sus detalles, no por sus manifestaciones grandilocuentes.

¿Disfrutamos o nos acostumbramos? Bernard Fougeres

Quizás por soñador jamás me habitúo a lo que veo, siento, vivo. Lo saboreo con intensidad. No ambiciono un nuevo carro porque el que tengo me sigue emocionando como cuando lo compré, no adquirí un BlackBerry, uso mi Nokia, me basta para mis sencillos quehaceres. Mi sueño es volver a manejar aquel Citroën que aparece en las películas de la segunda guerra mundial, pues el encanto de los autos clásicos permite poner el reloj al revés, volver a imaginar rostros de personas que se fueron. El amor seduce por sus detalles, no por sus manifestaciones grandilocuentes. ¡Cuántas veces detuve mi coche en plena campiña para recoger una flor humilde, ofrecerla a mi esposa siempre emocionada! O las ramas de eucalipto que perfumaban el auto. Un beso puede tener el mismo intenso fervor después de cuarenta años de matrimonio si no podamos antes de tiempo un corazón dispuesto a florecer. Lo esencial es no instalarse en la felicidad como en butaca para siesta.

¿Quién hablará de las sencillas velas encendidas para la cena romántica, la copa de champán o de vino fresco en la apasionada turbulencia de la alcoba? Cuando pasan los años se calma la tempestad de la pasión, llega la edad de la ternura en que nuestro cuerpo mismo nos recomienda tomar las cosas con más paciencia, quizás pensando un poco más en el bienestar de nuestra pareja. Creo que existe una forma de amar para cada etapa de la vida. Nadie como Catulo supo decir lo que sienten los amantes en el ocaso de su existencia: “Nobis cum semel occidit brevis lux, nox perpetua una dormienda”.(Nosotros, cuando se extinga la frágil luz de nuestra vida, dormiremos una noche eterna). El poeta sigue solicitando: “Dame mil besos, después cien luego mil más, revolvamos todo hasta perder la cuenta”. ¡Por Dios, que eso es saber amar! Jacques Brel, fino autor de Ne me quitte pas (No me dejes) dice: “On n´oublie rien de rien, on s´habitue, c´est tout. (No olvidamos nada de nada, nos acostumbramos, eso es todo). Creo que deberíamos enamorar a nuestra pareja mientras tengamos vida, nada es tan hermoso como poder leer en su mirada aquella luz que enciende la emoción. Quisiera tener otra vida con la misma mujer para realizar todo lo que olvidé realizar.

En el fondo el amor es solo ilusión que se instala en casa propia, sueño que vestimos de fiesta, sorpresa que no termina de asombrarnos. Puede envejecer la piel, llegar la edad de los achaques mas la ternura suaviza, tranquiliza, la mujer puede ser para uno el refugio dulce que otorga la ternura. Sus senos habrán perdido la dureza que tenían en su edad moza, pero el amor habrá compensado con su firmeza el paso de las primaveras. Vuelvan a sentir su desayuno de cada mañana como la fiesta que les otorga el nuevo sol. Digan te amo como si fuera la primera vez, descubran que los ojos y las manos también aprecian el beso. Más allá del placer se hallan la dulzura, el afecto y aquello puede volverse eterno. Solo depende de ustedes.



hermoso! Diosito me conceda la dicha de amar y ser amada de esta manera hasta el ocaso de mi vida..

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