Estoy de pie.. no recuerdo haberme parado, no recuerdo haber estirado mis piernas o forzado mis brazos..
No sé si lo reflexioné o fue un impulso.. sólo sé que en este momento estoy de pie.
Miro hacia abajo, al refugio que me cree detrás de la puerta.. es tan pequeño, no sé cómo pude caber en él.
Estoy de pie y empiezo lentamente a recorrer la habitación..
Las paredes están un poco húmedas aún, el piso enlodado, pienso cuánto me costará limpiarlo y dejarlo como estaba.
Escucho un crash bajo mis pies.. he pisado un vidrio que ha caído de la ventana.. mmm no, no me he lastimado, enhorabuena.
No sé qué hora es, el clima me importa poco en este momento, no miro hacia el exterior.
Estoy centrada en los destrozos de nuestra casa imaginaria, estoy palpando los daños que había visto mientras estaba en aquel rincón.
Avanzo un poco más a través de los escombros, de un momento a otro escucho un objeto metálico rodar por el piso detrás de mí,
Me volteo y estas ahí agachado recogiendo la vitrola que tanto amas, nuestras miradas se cruzan pero no decimos nada..
Bajas la mirada, yo volteo el rostro y seguimos cada uno en lo suyo, recogiendo, re acomodando.. arrinconando la basura..
Nos movemos lentamente, el tiempo que pasamos en nuestros “refugios” fue muy largo y nuestros cuerpos aun necesitan acoplarse.
….
Me había sentado en el piso junto a la estantería para guardar las fotos que se han salido del álbum.. te escucho en la cocina, revisando si hay fugas de gas.
Han pasado algunas horas desde que empezamos a arreglar y de pronto me hablas, me dices “ya pasó la tormenta?”
y sin voltear a mirarte levanto mis hombros y giro mi cabeza de un lado a otro y respondo en un tono casi inaudible un “no lo sé…”
Te escucho girar y regresas a la cocina. Mientras tanto yo, me levanto y camino hacia la puerta abierta..
Por primera vez en toda la mañana miro al exterior. El clima es frío, como nos suelen gustar las mañanas de sábado para permanecer acurrucados un rato más.
Las nubes grises han desaparecido, hay unos hermosos cúmulos blancos, esponjosos como algodón de azúcar.. se ven tan suaves tan acogedores..
Volteo a la izquierda y las ramas del árbol de mango se mecen ligeramente por el viento..
Aún huele a tierra húmeda, respiro profundamente, aún a pesar de todo lo que se llevó la tormenta, me gusta ese olor y sonrío un poco.
Me aclaro ligeramente la garganta, y me volteo para decirte en un tono lo más alto posible para que me escuches..
Pero no es necesario, porque has regresado sin que lo note y estás a tres pasos de mi
Entonces tímidamente sonrío una vez más y después de un ligero parpadeo te digo “creo que ya pasó, ya no hay más tormenta”
Me preguntas “mmm… estás segura?” y esta vez con una seguridad que no sé de dónde ha salido, respondo “creo que sí”
Te tumbas en el mueble, suspiras, y me dices “qué bueno”
Te imito y me siento en el mueble frente a ti y repito “sí, que bueno”
Nuestras miradas se encuentran una vez más..
No decimos nada, pero sonreímos con los ojos..
No decimos nada, pero de pronto siento una calidez que nos envuelve..
No decimos nada, pero veo y siento alegría e ilusión en nuestros corazones..
No decimos nada, tan sólo nos miramos…
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