La Filosofía de Samuel Arango - Bernard Fougeres
Si buscan en Google datos más precisos, se toparán con la máxima lección de importaculismo. Arango nos dice que al llegar a la madurez debemos desaprender. Nos enseñaron a ser los mejores en todo, mejores estudiantes, mejores esposos, mejores padres, mejores profesionales, nos enseñaron que todo era pecado, entonces llegó la hora del desaprendizaje. Ya sabemos estar solos, ver la película que nos gusta, comer a deshora, vivir a destiempo o en contrapunto, abandonar el reloj, respetar las convicciones de cada cual sin pelear por las nuestras, hablar con el Dios que imaginemos en secreto, nada castigador ni dueño de truenos, sino sutil conocedor de todos los vericuetos de la mente humana con sus más íntimas basuras.
Ya no tenemos que demostrar nada a nadie, hemos construido nuestra vida peldaño tras peldaño, año tras año, somos lo que somos sin necesidad de escondernos, podemos hablar a solas sin que nos enchufen algún trastorno mental. Hablar a solas es una forma de expresar en voz alta lo que pensamos. El soliloquio bien pensado no tiene relación alguna con la patología. Si manejo mi automóvil en solitario, puedo cantar a todo pulmón mientras la radio de a bordo manda al más alto volumen la toccata en re menor de Bach o el Ridi pagliaccio de Leoncavallo, cuya letra es particularmente adecuada a la circunstancia: "Recitar mentre preso dal delirio, non so piu quel che dico e quel che faccio" (mientras esté preso del delirio no sé más lo que estoy diciendo o lo que hago).
Me voy acercando a la inquietante esquina de los 80, no tengo por qué ocultarlo si cada año ha sido y sigue siendo mío, si cada surco en mi frente corresponde al asombro o a la concentración, a la pena o a la alegría, si ya dejé de pelear por tener la silueta de mi remota adolescencia, si me gusta disfrutar de la gastronomía, escanciar vinos en copas transparentes. Si dejé de fumar veré siempre con indulgencia divertida a quienes se siguen envolviendo en humo, si me gustan las mujeres dejaré en santa paz a quienes echan el ojo a personas de su propio sexo. Que cada cual viva sin ofender a nadie, sin enfrentarse con nadie. No hay amor sin paz ni paz sin amor. Igual será mi hermano, quien cree en el Dios de los cristianos, el Alá de los musulmanes, el Jehová de los testigos. Por cierto, entre mis contactos por internet tengo a Bashira (vive en Ramallah) y Shoam (vive en Tel-Aviv). Vivo entre Shalom y Asaalam Aleikum.
Evito los excesos, trátese de comida, de palabras, enojos o placeres. Una que otra de las llamadas malas palabras me encanta cuando llega en su justo contexto. Colecciono puestas de sol, claros de luna, tonterías, no tengo un millón de amigos, pero sé que uno es bastante cuando es incondicional. Si se hacen preguntas acerca de los suyos, díganme si podrían contar con una persona que acudiera a su lado a cualquier hora del día o de la noche doquiera que se encuentren. Pongan las luces intensas, vivan con intensidad.
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