Ella no tiene miedo de amar
Pero teme a la incertidumbre de la vida que da vueltas, de
las cosas que pasan.
Teme a la costumbre y el no saber qué hacer con ella cuando
llegue.
Teme al tiempo que ha estado en su contra cuando de relaciones
se trata.
Teme a las estadísticas de su vida, teme que vuelva a
repetirse la historia.
Teme incluso a la expresión de ser “el amor de la vida “ de
alguien. Porque esas palabras ya las escuchó.
Teme al extremo de necesitar llorar de vez en cuando.
Temor, incertidumbre, desconfianza de que tanta armonía y
comprensión sea cierta.
No tiene miedo de amar. Siente el amor en su piel, en su
alma, en sus ojos.
Pero se reserva ese “beneficio de la duda”.
Se prepara para lo peor aunque sigue esperando lo mejor.
No tiene miedo de amar. Disfruta cada momento compartido, pero
se guarda un pedacito para sí.
Un pedacito de “eso” que necesitó antes para reinventarse
luego de cada fracaso y así poder seguir.
Se guarda ese pedacito porque le parece sensato. Porque le
parece necesario.
Ella no tiene miedo a amar, a soñar, a volar. Pero se guarda
un cable a tierra que le aterrice la ilusión.
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