Una vez lo hice.
El 10 de septiembre del 2004. Tenía 18 años. Me besé con alguien que no era mi enamorado (obviamente)
Y ahí acabó mi infidelidad.
Y no, no es que sea una santa o la Madre Teresa. No..
Simplemente no me nace.
Viví mi infancia rodeada de infidelidades.
Mi madre reclamando, mi padre negando, ellos gritando. Yo llorando.
Cumpleaños en que mi padre no llegaba porque estaba con otra.
Navidades en que mi madre lloraba por los regalos que mi padre llevaba a casa (regalos de la de turno)
No sé si en algún momento me dije a mi misma que las infidelidades no formarían parte de mi vida.
No sé cuándo o cómo fue. Pero siento que está en mi médula.
Yo, no puedo ser infiel. No porque la otra persona se lo merezca o no. Porque algunos han hecho méritos.
Yo, no puedo mezclar ADN. No puedo recibir caricias de diferentes manos en un corto periodo de tiempo.
Y cuando digo no puedo no es que quiera y no lo pueda hacer… No quiero! No puedo!
Sin tratar de juzgar a otros, que cada uno tiene sus (des)motivaciones para hacerlo.
Pienso que es sucio, deplorable, reprochable para nuestro ser, espíritu, alma, moral. (mis traumas de la infancia)
Cómo puedo besar a alguien cuándo hay otros labios esperándome, besándome sólo a mi?
Cómo puedo tocar otro cuerpo cuándo hay un cuerpo disponible, dejándose tocar sólo por mi?
Lo hice una vez. Estupideces de juventud, arriesgándome con el alcohol. Lo hice. Y no me gustó.
Sinceramente no entiendo cómo alguien con conocimiento de causa y en pleno dominio de sus facultades puede hacerlo.
Es como meter la mano dentro de agua hirviendo. ESO NO SE HACE.
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