Había un tiburón.. un tiburón blanco pensé luego.
Grande e imponente pero sin terminar de atemorizar.
Era mi amigo, me acompañaba.
Habían 2 cocodrilos, grandes, imponentes también, un macho y una hembra un poco más pequeña pero que no podía pasar desapercibida.
No sentía temor, pero sentía que esos cocodrilos representaban una amenaza.
Mi amigo tiburón abrió la boca, y se tragó primero al macho y luego a la hembra. Sin lucha, sin pelea, sin salpicar siquiera agua.. se los tragó.
Yo mirada la escena desde lejos.
Luego (no sé si pasó mucho tiempo o no desde que desaparecieron los cocodrilos), yo estaba sobre el lomo del tiburón, parada, sujetándome a su aleta. Y él sobre el mar. No habían aguas turbulentas, era un mar claro pero profundo, no había sol directo, pero sí luz.
De pronto ya no estaba sobre el mar, sino en el lecho marino, respirar no era problema, no me fijé en ello, de frente mío a cierta distancia –mirando quizá a otro lado- estaba el tiburón.. y sobre él sobresalían unas espinas, unas púas, habían pertenecido al cocodrilo macho, creo. Pero el tiburón no notaba nada extraño. En ese momento miré hacia atrás mío, y vi sangre en el agua, sangre que salía de mí, no me dolía, no me asusté, pero entendí.. y miré a mi amigo.. el no se había fijado en mí aún, supe que cuando me viera, cuando notara mi sangre, me comería.
Porque es su naturaleza. Es un tiburón. Y los tiburones huelen sangre, y se olvidan de todo. Tan sólo comen. Lo entendí.
Apareció entre mis manos una lanza, larga..
Empecé a caminar hacia él. Él no me veía, aparentemente no.
Pensaba que él me había ayudado con los cocodrilos, pero no quería ser devorada por él, no quería morir. Y si no hacía nada, eso pasaría..
Caminé, levanté la lanza y abrí su parte baja de extremo a extremo, no hubo sangre tampoco, ni resistencia de su parte.. él se había ido.
Yo quería vivir. Y desperté.
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