"Una hora más tarde nada había cambiado fuera de la ventana.
¿Por qué me miento?, pensé. Ella tiene razón y yo sé que tiene razón, aunque nunca lo admita, aunque nunca vuelva a pensar en ella.
Su historia de la sinfonía, del ajedrez... ¿cómo no lo vi? Siempre he sido tan condenadamente inteligente, salvo en lo referido a los impuestos, siempre he tenido tanta más penetración que cualquier otro, ¿cómo es posible que ella haya visto esas cosas y yo no? ¿Acaso no soy tan inteligente como ella? Empero, si ella es tan sagaz, ¿dónde está su sistema, su escudo para evitar el dolor? Yo tengo mi Mujer Perf...
¡MALDITA SEA tu Mujer Perfecta! Es un pavo real de media tonelada, inventado por ti, que despliega colores extraños, plumas falsas que jamás volarán. Tu pavo real bien puede corretear aleteando y chillando en vez de cantar, pero nunca jamás levantará las patas del suelo. Tú, a quien tanto asusta el matrimonio, ¿sabes que te has casado con eso?
Esa imagen, un pequeño yo en una foto de bodas con un pavo real de seis metros de altura, ¡era real! Yo estaba casado con una idea errónea.
Pero ¿y la restricción a mi libertad? ¡Si me quedo con Leslie me aburriré!
Más o menos a esa altura me dividí en dos personas diferentes: él yo que había manejado las cosas por tanto tiempo, y un recién llegado que venía a destruirlo.
El aburrimiento es la menor de tus preocupaciones, grandísimo hijo de mala madre, dijo el recién llegado. ¿No te das cuenta? Ella es más inteligente que tú; conoce mundos que a ti te daría miedo tocar con un palito. ¡Anda, lléname la boca de algodón, amurállame afuera, como haces con cualquier parte de ti que ose tildar de equivocadas tus todopoderosas teorías! Estás en libertad de hacerlo, Richard. Y estás en libertad de pasar el resto de tu vida en relaciones superficiales con mujeres tan asustadas como tú con respecto a la intimidad. Los iguales se atraen, macho. A menos que consigas diez gramos de sentido común, cosa que no tienes la menor posibilidad de conseguir en esta vida, tu lugar está con tu medrosa y asustada Mujer Perfecta ficticia, hasta el día en que mueras de soledad.
Eres cruel como el hielo. Quédate con tu gélido y cruel tablero de ajedrez, con tu gélido y cruel firmamento; arruinaste una gloriosa oportunidad con ese imperio tuyo, el asesino; ahora todo es un manojo de astillas sobre las que pesa un embargo... ¡sobre las que pesa un embargo del gobierno, nada menos!
Leslie Parrish era una oportunidad mil veces más gloriosa que cualquier imperio, pero le tienes un miedo mortal, porque ella es mucho más inteligente de lo que tú jamás llegarás a ser. Así que la dejas, también. ¿O es ella quien te dejó? A ella no le hará daño, amigo, porque no nació para perdedora. Se sentirá triste, llorará por un tiempo, porque no se avergüenza de llorar cuando muere algo que pudo ser hermoso. Pero se le pasará; se elevará por sobre eso.
También a ti se te pasará, dentro de un minuto y medio, más o menos. Basta con que cierres tus malditas puertas de acero, con un buen portazo, bien cerradas, y no vuelvas a pensar en ella. En vez de elevarte por sobre eso, te irás directamente al fondo; no pasará mucho tiempo sin que seas un éxito brillante en intentos subliminales de suicidio. Despertarás con la angustia de saber que sé te entregó una vida de fuego y plata, de diamante láser, y tú la hiciste puré con tu martillo grasiento. Estás ante la elección más importante de tu vida, y lo sabes. Ella ha decidido no soportar tu miedo salvaje y estúpido; en este momento se siente feliz por haberse liberado de tu peso muerto.
Anda, haz lo de siempre: huye. Huye al aeropuerto, enciende el avión y despega en la noche. ¡Vuela, vuela! Consíguete una linda muchacha, que tenga un cigarrillo en la mano y un vaso de ron en la otra, y deja que te use como escalón para llegar al algo-mejor del que tú vas a huir esta noche. Huye, estúpido cobarde. Huye para hacerme callar.
La próxima vez que me veas será el día en que mueras.
Entonces podrás decirme qué sentiste después de quemar el único puente...
.... quiero gritar, maldecir, blasfermar...
pero me quedo en silencio, me acomodo en mi silla, cierro el libro y cojo el telefono para llamar al transportista y preguntarle por qué no le entregó la factura al cliente junto con el cartón que envié...
... mientras tanto una parte de mi, grita, maldice, blasfema.. y nadie lo nota.. ni siquiera yo que mientras atiendo el telefono reviso unos archivos de... cualquier cosa...